En 1967, cuando La Bullanga Sánchez, jugando
para Los Venados, impuso el record de 13-5, en juegos ganados y perdidos, se
recuerda la adversidad por la que cruzó el barco San Miguel, el cual había
zarpado del puerto de Mazatlán Sinaloa, a las 5 de la tarde del día 21 de
diciembre, con su carga acostumbrada: Gasavión y gas butano; también cerveza,
cemento, varilla, refrescos orange, tónico, plátano, fríjol y otros, con
destino a La Paz, B.C.S.
Una hora antes habría zarpado el barco Santa
Teresa, al cual, el San Miguel, alcanzó a medía travesía, a las primeras horas
del siguiente día, pitando con alegría que llegarían a tierra antes que ellos.
Las máquinas del San Miguel superaban con mucho a la potencia del Santa Teresa
pues éste era de mayor eslora y por lo tanto de menor velocidad; mientras que
uno hacia 24 horas de travesía, el otro se tardaba 24 horas más.
A las 5 de la tarde, del día 22, Juan el
Güilo García, capitán del barco propiedad de su hermano Francisco, el Bronco,
García Castro, habló por radio con el Chanto, otro de sus hermanos, diciéndole
que estaban a 20 millas de la isla de Cerralvo, venían a tiempo, para las 8 de
la noche estarían amarrando en el muelle fiscal.
Luis Miguel, administrador y hermano de la
prolífica familia García Castro, fue notificado del arribo, en el tiempo
previsto – ¿Vas a ir a Petróleos? – Le preguntó a su hermano el Chanto.
-- Ya sabes que me gusta ir a Punta Prieta
para ver pasar los barcos del Bronco – Respondió el Chanto que era el encargado
del archivo, la radio y demás registros de almacenaje en su casa de las calles
Encinas y Revolución. El almacén de la empresa García Gas, S.A., lo tenían en
la esquina sur de las calles Márquez de León y Revolución, a dos cuadras de las
arregladas oficinas.
El Bronco, como le decían a Francisco, vivía
en Mazatlán, desde donde manejaba otros barcos de su propiedad, como son el
Aventurero, San Jorge, Doña María, Don Miguel, el Turista, San Juanico y el
Granito de Oro, transportando diferentes mercancías a los puertos que así lo
requerían.
Por la tarde el Chanto le pidió a sus hijos,
Juan Diego y Chuy, que lo acompañaran a ‘Petróleos’. Los jovencitos de 13 años
de edad felices se subieron al vehículo, hoy, clásico, modelo 1953, marca
chevrolet, color blanco y azul. Cruzaron el malecón paceño con el viento de
frente, para luego tomar la carretera al puerto de Pichilingue, donde prendió
las luces del ‘fajadito’
A un lado del faro de Punta Prieta, en los
almacenes de Petróleos Mexicanos, el Chanto parqueó su lujoso automóvil, de
donde bajaron los jóvenes para lanzar piedras sobre el espejo que formaban las
aguas de la Bahía, mientras el papá atisbaba al horizonte en espera de ver el
barco.
Las horas se fueron alargando, hasta que el
padre decidió volver a su casa-oficina para hablar por radio y enterarse del
retraso – Vámonos – Les pidió a su hijos...
-- Pero apá – Intervino Juan Diego -- mi tío
Juan todavía no pita de su barco como lo hace cuando pasa por aquí
-- Quien sabe que pasó, vámonos – Insistió –
voy a hablar por radio para saber que pasó.
De regreso el silencio del padre se
transmitió a la parte sensible de los hijos que sólo se veían a los ojos. –
¿Qué pasaría? – Preguntó Juan Diego.
-- ¡Cállate!, ya sabes cómo se pone cuando
lo interrumpimos – Respondió Chuy.
Por la noche, vía radio el Chanto se
comunicó a Mazatlán con su hermano Francisco, notificándole que el radio de
Juan no tenía comunicación. – No te preocupes, de seguro llega de un momento a
otro.
La angustia, y el frío viento del norte, del
22 de diciembre de 1967, no permitieron que los familiares de la tripulación
del barco San Miguel pudieran dormir.
Otro día, el barco Santa Teresa arribó al
puerto de La Paz sin tener conocimiento del San Miguel – Nos pasó en los
veintitrés de latitud norte y ciento siete, treinta de longitud oeste, a las
cinco de la mañana de ayer. Ya no supimos más de ellos. Pensamos que estarían
aquí, todavía nos jugaron una vacilada diciendo que a pesar de salir más tarde,
llegarían más temprano.
Francisco subió a un avión de la Fuerza
Aérea Mexicana, junto a su hermano Miguel, para auxiliar en la búsqueda en alta
mar, siguiendo la ruta que trazó el Barco San Miguel al salir del puerto de
Mazatlán. ‘Borrasearon’ el canal de la isla Cerralvo, la misma isla en sus
orillas, la fractura, el banco el Charro; recorrieron de la depresión
Pescaderos hasta la depresión Farallón, pensando que la corriente los
podría jalar, hasta el puerto de Mazatlán. Una vez en este puerto, recargaron
gasavión para regresar por toda la orilla de Baja California Sur, desde Cabo
San Lucas hasta la Isla Espíritu Santo, luego checaron todas las entradas de
agua a la Bahía, sin encontrar rastro alguno del barco.
El submarino del francés Jacques-Yves
Cousteau, que fondeaba subrepticiamente en su barco Calipso, en el Golfo de
California, se aprestó a la búsqueda sin resultado satisfactorio alguno. La
presión de las profundidades del Mar de Cortés, obligaron al aqualung abandonar
la búsqueda.
Los días de batida y la navidad de ese
diciembre de 1967 no pudo estar más deprimente: un hijo de uno de los
tripulantes se paseó, rifle en mano, por las oficinas de los García Castro,
amenazando con matar al que se le atravesara por el camino. La Armada de México
se vio en la necesidad de llevárselo a la partida donde cubría sus servicios:
Puerto Alcatraz, en la isla de Santa Margarita, hasta en tanto no asimilara el
fallecimiento de su padre.
La tripulación la componían Juan el Güilo
García, capitán; Vicente Valenzuela, contramaestre; Manuel Puppo, maquinista;
Simón Rosas, cocinero; Ángel Pettit, marinero; y un pavo, un enanito que era el
hazmerreír de la tripulación, conocido como el mobiloil.
La mala o la buena suerte hizo su aparición:
A Vicente, el contramaestre, le dio un ataque al corazón, antes de que zarpara
el barco del puerto de Mazatlán, ofreciéndose su hijo Miguel a hacer los
trabajos del papá. Don Vicente fue trasladado al puerto de La Paz en otro barco
de mayor envergadura, lo que le ayudó a
no aparecer entre los desaparecidos del barco San Miguel, evento que quedó
registrado en dos corridos populares.
Uno de esos corridos lo grabó el grupo Los
Soñadores de La Paz, La letra es de Ricardo Ramírez Estrada y
la cual dice:
Un veintidós de noviembre
Caso que hay que lamentar
Cuando el barco San Miguel
Que zarpó de Mazatlán
Y la mar se le interpuso
Y no lo dejó llegar.
Los tripulantes del barco
Eran de capacidad
Pero ese era su destino
Qué más se puede explicar
Si la mar embravecida
No los quiso perdonar.
Estrellita marinera
Tú que alumbras sobre el mar
Dile a la Virgen Bendita
Que no deje de implorar
Que ruegue por esas almas
Sepultadas en el mar.
La Paz tenía la esperanza
De poderlos encontrar
Porque la gente perdida
Toda era de ese lugar
Diosito dales consuelo
Pa´ que dejen de llorar.
Esos versos son compuestos
Sin poderme consolar
Cuando la mar se interpone
Es imposible escapar
Así perdieron la vida
El güilo, Simón y Manuel.
Es el destino del cielo
Y las leyes del que las manda
Ya no llores madrecita
No pierdas las esperanzas
El buque San Miguel
Al fondo del mar descansa.
El otro corrido lo popularizó el profesor
Luis Almeida Hirales, arreglista y cantautor, el cual dice:
Voy a contar un corrido
En el muelle del puerto
Acompañando al anciano
Que se muere en sus recuerdos
Esperando a su hijo amado
Que se quedó en el misterio.
Cuándo será ese gran día
Que regreses San Miguel
Y me traigas a mi hijo
Que en el mar se fue a perder
Un veintidós de noviembre
No lo quisiera creer.
Uno dicen que un chubasco
Otros que fue un huracán
Que voltearon al navío
En la mediación del mar
Pobrecito San Miguel
No te pudiste salvar.
Gritos de alerta se oían
De esos hombres inocentes
Ya las luces se apagaron
Todo se queda al garete
Y un maldito remolino
Se tragó a la pobre gente.
Los restos no aparecieron
El barco y los tripulantes
No regresaron al puerto
Que de Mazatlán un día
A La Paz ellos salieron.
El destino del cielo
Y las leyes del que las manda
Ya no llores madrecita
No pierdas las esperanzas
El buque de San Miguel
Al fondo del mar descansan.
Las averiguaciones de Capitanía de Puerto
arrojaron que la posición geográfica del último reporte fue en los 109 grados
29 minutos de longitud Oeste y 23 grados 57 minutos de latitud norte, a la
entrada de la fractura de Cerralvo, entre las curvas batimétricas de 1500 y
2000 metros de profundidad, a 20 millas de la isla Cerralvo, y a 20 millas
náuticas de la Ensenada de Muertos.
Los científicos dedujeron que la línea sobre
la que iba el barco está sobre una de las fallas subsidiarias de San Andrés, la
cual, ese día sufrió un reacomodo en sus capas tectónicas, debido a un tsunami
de 4.8 grados Richter, localizado a 12 kilómetros de profundidad, arrastrando al
fondo del mar al pequeño barco San Miguel. El sistema de fallas geológicas están
dispuestas en forma escalonada y unidas entre sí por segmentos de crestas
oceánicas que se extienden a lo largo del Golfo de California (Geofísica
Internacional 1992, vol 31, pp 279-287)
-- Lo arrastró la corriente – Informó
Santiago Puppo, viejo pescador que en el momento de la entrevista se encontraba
‘fileteando’ dos kilos de ‘lenguado’ para un vecino.
-- Se fue por ojo – Diría Pedro Peregrino
otro viejo, pero este estibador del muelle de La Paz.
Efectivamente, la grieta que provoca el
reacomodo tectónico produce una fuerte corriente que jala todo lo que se
encuentra sobre la superficie del lugar, y fue en ese preciso momento de la
sacudida que el San Miguel trataba de pasar por el lugar, a la hora equivocada.
La línea que sigue la falla de San Andrés,
por el Golfo de California, se inicia en el punto conocido como Montaña de
Alarcón, la cual tiene una curva batimétrica de 2500 metros bajo el nivel del
mar. Luego pasa por la fractura de Cerralvo, entre el banco del mismo nombre y
la isla que hoy, por capricho de un funcionario público federal, se llama
Jacques-Yves Cousteau (yac custou) la línea sigue por todo el litoral, pasando
por la falla de Salsipuedes, a la altura de la isla Ángel de la Guarda,
lugar que la
Baja California tiene un canal submarino y, por donde cruza la ballena
blanca cada año para ir a parir a Ojo de Liebre.
Esa oquedad natural permite la entrada de
diversas especies como la sierra y el calamar, especies marinas que vienen a
aliviar la economía de los pescadores ribereños del golfo de California.
Aurelio
Puppo, sobrino de Manuel, maquinista del barco San Miguel, le tomó esta foto a
su tío (el del brazo
extendido) junto a dos amigos del Puerto de Mazatlán, sin imaginarse que el
adiós de su pariente sería el último que se registrara con esta impresión pues
la tripulación junto al barco desaparecieron en el fondo del mar, a la altura
de la línea que se conoce como falla de San Andrés, a 20 millas de la isla
Cerralvo y a 20 millas de Ensenada de Muertos. (Hoy Bahía de Ensueño)
Jacques-Yves Cousteau, en el pequeño
submarino Aqualung, recorrió el lugar, encontrando sólo al barco Korrigan IV y
un barco atunero en el banco conocido como del Charro.
Hola Héctor, muy interesante tu artículo. Me podrías compartir alguna fuente sobre la búsqueda de Cousteau y su hallazgo del Korrigan IV? Gracias!
ResponderEliminarToda la información la adquirí de la compañía de gas de los García así como de los familiares de la tripulación del barco San Miguel.
ResponderEliminarTambién me fue preciso platicar con distintos pescadores y compositores como el del corrido del profesor Luis Almeida Hirales.
En cuanto a lo de las fallas de San Andrés acudir a la institución correspondiente.
Cousteau no dejó en forma pública su incursión en La búsqueda del barco San Miguel en ese sentido sólo conté con el dicho de los familiares de los Puppo, los Solano y los García.
Que bonita historia y emotiva
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