Arturo Geraldo
Un Diamante Cultural
para
Baja California Sur
A
principio de 1960, Arturo Gallardo Sandoval se auto-exilió después de recibir,
en carne propia una andanada de mitotes, ideada por los suegros, esposa e
incipiente “cebado” que le hirieron el espíritu, le dañaron el alma y le
inquietaron la conciencia.
Se
refugió en la frontera norte de California, donde se inició como creador de
libros catártico-históricos, a veces divertidos, alegres, animados, pocas veces
burlescos, pero eso sí campechanos, y sobre todo entretenidos. Sus libros
cuentan la historia, por él vivida y demostrada, de los años de 1930 hasta las
postrimerías de los años 2010. También narra otras épocas, antes y después de
los primeros 30 años que le obligaron a huir del miedo que genera el rumor
colectivo.
Arturo es el mejor cronista del pueblo paceño, aunque se encuentre
actualmente en la fronteriza Tijuana, no valorado por las autoridades, civiles
y militares, en materia cultural. Cuenta con el acervo que no tiene el cronista
del estado, mucho menos el de la ciudad, por ser éste de otra región
territorial (tahualila les dicen los choyeros)
Los
políticos se han, y se valen de los lamesuelas para construir su propia
historia, provocando que los auténticos conocedores de la memoria cultural,
nacidos en tierras Guaycuras e hijos de verdaderos Californios, busquen trabajo
en otras latitudes por la falta de oportunidades que les roban los compinches
en las instituciones culturales.
Arturo que sus apellidos deben ser Gallardo Sandoval, utiliza como alter
ego el de Arturo Geraldo, con él rubrica sus, hasta ahora, 25 libros. Se inició
con Vientos del Sur, donde practica catarsis de conciencia, del
alma y espiritual, por el agravio que sufrió por una mala mujer, por unos
suegros sin escrúpulos y por una sociedad mal informada.
El
rumor es la mejor arma para dañar al ser humano, sobre todo, en los pueblos
chicos; la maledicencia causa más daño que el cáncer, la diabetes o los virus
mutados por los laboratorios “oficiales” como el sida, la influenza porcina, y
esas otras pandemias sicológicas suministradas por los gobiernos totalitarios,
y que luego se descubre que se les “escapó” de los tubos de ensayo.
Dejar crecer una pandemia mitoteril (esto quiere decir, según la Real
Academia de la Lengua Choyera: mitote burlesco) es, morir poco a poco. Morir
por dentro. Quedar hueco por dentro, como algunos árboles, pero de pie.
Resistir un embate de esta naturaleza no tiene cura, pues asesinan el espíritu
de quien la padece. La mejor salida es la retirada airosa (aunque parezca
pleonasmo) sin voltear pa´ tras, como el soberbio Rey de la Selva cuando no
alcanza la presa escabullida.
Arturo alcanzó los favores de una dama que se creyó especial, pero hija
de padres miserables, pobres por naturaleza. Ella pensaba construir una vida
mejor a costa de los que fuera, el descrédito si fuera posible. El demérito
llegó pero para utilizarlo en contra del pobre telegrafista que trabajaba con
Pancho King en la XENT de BCS.
Cuenta en sus libros que fue militar desde temprana edad, evento que le
permitió conocer los desmanes de los soldados en contra de la población
indefensa, todo por proteger a los pudientes, a los políticos perversos y
criminales que no se tientan el corazón para dañar a familias enteras.
Hacer catarsis en un libro puede dejar sinsabores a los familiares de
los protagonistas, como debió de ser, años después, para Esthela Ponce Beltrán,
presidenta municipal de La Paz y candidata a diputada federal por la vía de la
proporcionalidad, pues es a su madre y a sus abuelos maternos a quien hace
referencia el escritor exiliado en la fronteriza Tijuana.
La
temporalidad se enmarca en los años 50´s, una vez que solicitó su baja del
Glorioso Ejército Mexicano e ingresó a Telégrafos Nacionales, en 1953.
Los
habitantes de Baja California Sur vivían en esos momentos una terrible
depresión emocional por la política humillante de sus gobernantes que
traspasaban el Poder entre los de un sólo grupo. En ese entonces el pueblo,
consciente de sus derechos y obligaciones empezaba a protestar enérgicamente,
haciendo que sus gritos de descontento se escucharan en palacio nacional, con
resultados positivos para los Sudcalifornianos.
En
esa época llegó a La Paz Francisco King Rondero (QEPD) un hombre de unos 35
años de edad, con un valor civil a toda prueba que se encargó de encender la
chispa de la inconformidad entre los ciudadanos, a través del FUS (Frente Unido
de Sudcalifornianos) para cambiar el rumbo de la política territorial.
Pancho King, como después se le conoció entre amigos, llegó a La Paz
para instalar la primer estación de radio, quién no se concretó a aumentar sus
caudales con el medio de comunicación, (como lo hacen todos los que actualmente
se ostentan como dueños de las “empresas editoriales”) sino que se unió
al pueblo y luchó por la tierra adoptiva que le merece un reconocimiento a
corto plazo.
Cuenta Arturo que don Pancho King se subió a un improvisado templete, en
las afueras de palacio municipal, donde fustigó duramente a las autoridades
ante la expectación de la concurrencia que no podía creer que un hombre, un
civil cualquiera, tuviera las agallas para gritarle públicamente sus verdades a
los testaferros del régimen, despertando en esa forma el espíritu cívico del
pueblo, que desde ese momento empezaron a fermentar sus inquietudes,
convencidos que los grandes movimientos sociales se gestan en el corazón de los
hombres libres, dispuestos a morir por una causa noble, porque la vida no tiene
ningún mérito sino se templa en el crisol de la dignidad.
Precisamente – narra el autor – cuando empezó a funcionar la estación de
radio, don Pancho ocupó de un telegrafista para que le recibiera las noticias
trasmitidas por la cadena García Valseca. Contrató a Arturo Gallardo Sandoval donde
conoció (en las instalaciones de la XENT) a la señorita Beltrán, quién cambió
dramáticamente el rumbo de su existencia.
Nuestro Diamante cultural, en ese entonces en bruto, no era un santo ni
pretendía serlo, él mismo reconoce que asistía al burdel “El Ranchito” que
regenteaba Cuco Moyrón, donde conoció a una puta arrabalera, mazatleca, de
nombre Sara con la atenuante a su vida cabaretera de que era muy bonita, con
esa belleza extraña que poseen algunas meretrices que rayan en la vulgaridad.
Describir
más del libro Vientos del Sur, y sobre la vida personal con la
señorita Beltrán, provocaría en el biógrafo gratuito de Geraldo, serio daño
personal con los voraces políticos que “resguardan” la integridad de ex líder
priísta. Pero sí podemos narrar parte de sus experiencias, primero como
escritor urbano y luego como ranchero, pugilista, jinete ocasional, soldado y
nadador (desde el varadero de Abaroa hasta el Mogote, sí, esa porción de tierra
que nos robó Leonel Cota, y familiares que nos tienen adormecidos por tanta
droga que dosifican por medio de Los Layos, los Villas y los Quiroz y ahora con
la ola de ejecuciones de parte del Cochi, el Josesón, el Compadrón, el mini
lic, el Rayo el Damaso y otros)
(Primera de 25 partes)
No hay comentarios:
Publicar un comentario